¿Antes estaba ganando?
miércoles, 17 de julio de 2013
bla.
La pasividad me está derrotando; la apatía por mis estudios, por mi futuro de persona adulta, responsabilidades venideras; el olvido de mis libros, mis historias, los borradores que se acumulan. Todo esto me está derrotando... O no.
viernes, 3 de mayo de 2013
Ellos, los que viven soñando.
Manuela sueña con cielos color malva, nieve de confeti y vientos sabor a chocolate. Imagina el mundo sobre su cabeza, girando en sentido contrario, con mares tibios y claros. Por el campo de grama, que refleja el color del cielo, que acaricia la planta de sus pies desnudos. Manuela en medio de todo, flotando, sonriendo y durmiendo. Y el sol le calienta los hombros de miel y le colorea las mejillas con pétalos de rosas rojas. Y ella sueña, con un tiempo que no existe.
Rodrigo siempre corre. Rápido y sin pausa, con la respiración calmada, los ojos entrecerrados y acuosos. El cabello rebelde que le huye al viento, los brazos que arden, las piernas y pies que gritan con cada paso largo. Él siempre corre, despacio y calmado. El hormigueo acompasado de los dedos, el estómago tibio, lleno de mariposas revueltas. Hay veces que los ojos lloran por la luz del sol, por el viento que corta y enfría, otras porque la realidad no existe cuando Rodrigo sueña que corre.
Juli combate con monstruos cuando oscurece. Los combate con su espada de cristal, que a veces es de fuego, ardiente y salvaje. Con unos ojos que no temen nada, los vence con la habilidad de un héroe, con la valentía de un hombre fuerte. Juli los ve huir a la distancia, a los fantasmas y a las criaturas que siempre tienen forma de sombra; a las que se esconden bajo camas, tras puertas, y en la nubosidad de la mente. Juli los ve, los enfrenta y los vence. Porque él es fuerte y valiente, el único héroe de sus sueños. Juli combate con monstruos, cuando duerme, y los vence siempre.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Cuando se me olvida hacer la tarea...
Este aire me quita las ganas de todo, o es la cama y la almohada caliente.
Porque ya no sé hacer café, y dibujar es ahora cosa de niños.
Y a veces no le encuentro sentido a lo que pienso, y escucho estática.
Cuando hablo con alguien, se convierten en reflejos, y es lo mismo.
El café se enfría más rápido, y el tiempo pasa muy lento.
Es el aire, o la cama y la almohada.
O puede que sea yo la que no quiere hacer nada.
O puede que sea yo la que no quiere hacer nada.
sábado, 30 de marzo de 2013
Románticos de clóset y demás.
—¿Desde cuándo te gusta el rosa?
—Desde que vi la camisa, ¿algún problema?
—No, pero es que no te veo de rosa.
—No seas cerrado, yo sí me veo de rosa, de amarillo y de verde manzana también.
—Pero yo nunca te he visto con esos colores... Solo digo, no te enojes.
—Pero si no me enojo. El rosa me hace ver bien, además. Con rubor, así, como muñeca de porcelana.
—¡Ja! Pues de muñeca no tienes nada. Aunque te ves más inocente. Carajo, y por eso lo digo, ¡desde cuándo! Azul, o quizás morado. ¡Pero rosa! Jamás, por eso es extraño.
—Será extraño, pero nunca he dicho que no me gusta el rosa... Bueno, algunas veces lo he dicho, pero como siempre, me contradigo. Lo cual es normal.
—Cierto... Está bien, si estamos en esas. Me contradigo pues y te confieso que me gustan las novelas románticas.
—¡¿Qué?! ¡Las románticas! Qué tarado, ¿desde cuándo?
—Pues, no sé, desde hace poco. Es que el otro día mi prima me pasó un libro, así, y la trama se veía interesante. Dos hermanos gemelos, y se muere uno, dejando a la novia sola, pero ella no sabe que murió, y entonces el otro hermano, que vivía en Europa, regresa y se hace pasar por el que murió. Y entonces la novia...
—A ver, no. Para. Qué asco. ¿Encuentras eso interesante? ¡Gemelos!
—No sé, estaba aburrido. Y no tenía dinero para comprar algún libro.
—Pues entonces busca libros de biología, no sé, algo que te eduque. No eso. ¡Gemelos! Coño, todavía me suena increíble. ¡Y en el sentido más literal de la palabra! Es decir, ¿la tipa se lo creyó?
—Ah, pero esa era la cuestión, la tipa era ciega. Y al principio cuando lo escuchó hablar, notó algo extraño. Pero como se encantó con la actitud del hermano, lo dejó pasar. El amor, tú sabes.
—Sí, yo sé. Pero, explícame, por qué el hermano hace eso, por qué hacerse pasar por alguien muerto. ¿Nadie dijo nada? La familia, o los amigos... No le encuentro el sentido.
—La idea fue de ellos. Es que el hermano que falleció era un alcohólico, infiel y demás. Y pues, la tipa era ciega, bonita e inocente, y demasiado buena para ser verdad. Y ahora que lo pienso... Qué mujer tan estúpida. Inocente nada, porque el tipo le hizo de todo después de casarse y...
—¡Alto! ¿tenía escenas de sexo, el libro?
—Pues claro, es una novela romántica, es normal.
—Ah, claro. Y se casaron, cogieron como animales, tuvieron hijos...
—¡No! se casaron, pero después se divorciaron porque la ciega se dio cuenta que él no era el hombre que decía ser...
—Seguro descubrió que no era el hermano, porque lo tenía de diferente tama...
—¡No! Pero qué dices, pervertida. El tipo era millonario. Y ella se molestó porque no le dijo nada, ni siquiera que era el otro hermano, y que era muy desconfiado. Y se separaron, y pasó el tiempo, y la ciega se dio cuenta que amaba mucho al hermano...
—Ay, qué culebrón tan ridículo... ¿y cómo terminan los dos pendejos?
—No, vale, mejor te lo presto. ¿Te lo llevo a tu casa mañana?
—Chamo, pero si ya me contaste la mitad... Pero sí, dale.
—Está bien, entonces.
—...Novelas románticas, qué ridiculez.
—Eh, no digas nada, que a ti te gusta el rosa.
¡Saludos!
Regresé (supongo) con esto. Algo horrible, horrible, sin narración, solo diálogos y algo de lenguaje coloquial, muletillas y temas trillados. Pero que se me ocurrió porque me entraron ganas de leer una novela romántica. ¡Ja! Y porque yo odio las novelas románticas (¿verdad?), también porque el tema de amar algo que dices odiar es tan común en mi entorno que ya fastidia (¿por qué no aceptarlo y listo?), no sé... De todas maneras, yo aún digo que odio las novelas románticas, aunque las lea de vez en cuando.
Ya, acabé de parlotear.
Nos leemos, mentes ávidas.
PD: Con esta publicación no pretendo insultar a aquellos que gustan de leer este género. Ya que buscando entre ese pajar de basura (oh, oh) que es el género romántico (contemporáneo, histórico, etc), siempre va a estar la aguja que es la joya del mismo, esa historia que vale la pena. Porque excepciones las hay en todas partes. (:
lunes, 25 de marzo de 2013
Hundirse y ahogarse.
Ahogarse siempre ha sido el gran temor de Luna. Por eso habla y escucha cada vez que puede. Así no se atoran las palabras en su garganta, hacinándose impetuosas. Sin embargo, hay ocasiones que este hábito no puede salvarla, y Luna se ahoga con las palabras; entonces se calla y busca refugio en la penumbra de las esquinas
Y por un largo rato Luna observa, mientras lucha y lucha, y trata de escupir las palabras que le obstruyen la respiración. Y las manos le tiemblan, y la frente le suda. Toda ella palidece, y los ojos le escuecen. Pero la mente sigue inventando frases que decir, palabras para gritar y otras para susurrar.
Todas ellas se sobreponen, y se confunden, se acumulan en la garganta cada vez más prieta de Luna. Y el aire no pasa... Y cuando por fin las escupe, las palabras suenan extrañas. O no suenan, simplemente; y a veces, ambas. Una garganta magullada, una respiración desesperada, unos ojos llorosos, y una mente ágil que habla.
Pero la voz calla.
Ella se ahoga en las esquinas, observando todo con ojos llorosos y la respiración entrecortada. Se ahoga con palabras que la mente dice, y la voz calla. Y la garganta se contrae, el estómago duele y las manos no paran de temblar. Y Luna teme hundirse y después ahogarse.
viernes, 15 de febrero de 2013
Que no te atrape el ayer.
Cierra los ojos, y corre.
El reflejo de los que se quedan, las sombras de los que no estuvieron.
Cierra los ojos, y corre.
El viento le pellizca, y el frío le entumece los dedos.
Cierra los ojos, y corre.
Piernas que tropiezan, codos que se hieren. Arde.
Cierra los ojos, y corre.
Atrás escucha los murmullos, los recuerdos que le llaman.
Cierra los ojos, y corre.
Lágrimas que brotan, el corazón que duele. Y luego la calma.
Cierra los ojos, y corre.
El sol que calienta, el rostro que encanta. La sonrisa.
Cierra los ojos, que no te atrape el ayer.
Corre, corre, corre.
jueves, 7 de febrero de 2013
A la vuelta de la esquina.
Le voy a encontrar un día a la vuelta de una esquina. La que menos me gusta. Arrodillado, viendo las grietas de la acera. Ignorando que el día está pasando, y que obstruye el paso a los peatones. Muy absorto en las lineas irregulares del concreto. No notará mi presencia, y entonces, tendré que carraspear y murmurar su nombre.
Se volteará, me mirará y fruncirá el ceño. Su voz hosca me preguntará sin mucho ánimo: ¿Qué quieres? Y yo le sonreiré, diciendo que es hora de volver; que deseo que me acompañe hasta mi casa, se siente conmigo, y me cuente qué tan interesante puede ser un par de grietas en una acera, a la vuelta de una esquina, en un día tan bonito.
Me sacará la lengua, muy juguetón, y después se dará a la fuga, gritándome sobre el hombro que no busque imposibles, que son demasiado ágiles para mis patosas manos. Yo le miraré mientras huye, acostumbrada a sus partidas sin despedida. Se esconderá, y encontrará otra esquina donde retozar, con nuevas grietas que observar, lanzándome imposibles que atrapar.
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