miércoles, 18 de julio de 2012

Mejores amigos I

Parte I.

Julián examinaba con detenimiento su revista; la guardaba entre las hojas amarillentas de un libro de cuentos religiosos —un regalo de su fanática abuela—, atesorándola. La mujer que posaba era morena, el cabello desordenado le ocultaba parte de un seno, y el otro se sobaba en una mano masculina. Estaba en esas, cuando un pitido quedo se escuchó tras él, bajo la almohada. Cogió el aparato, presionó una tecla, y suspiró un "diga" muy leve. Sus ojos seguían atentos a la morena que le sonreía desde la foto.

—Juli, lo maté... Maté a mi padre.

Él no entendió a la primera, todavía tenía la mano en los calzoncillos y la mente en la morena. La voz, rasposa y quebrada, interrumpida sólo por hipidos nerviosos, repetía la frase una y otra vez del otro lado de la linea. Las palabras maté y padre limpiaron el sofoco acentuado en sus mejillas.

—¿Qué? — Espetó. Se escuchó un sollozo, y Julián reconoció el tono de Shana. Entonces la morena, la excitación y la revista quedaron en la cama cuando saltó de ella. Y repitió con voz más suave. —¿Qué?

—Yo... Yo no sé, él estaba gritando. Y luego me llamó monstruo, yo enloquecí. Y después él... Yo... Juli, Juli... Ayúdame...

Cerró los ojos y pensó. Se sintió en blanco, un sonido de vacío que le aturdió y un pequeño temblor que se apoderó de su parpado izquierdo. Después soltó las palabras que serían su condena.

—Está bien, quédate donde estás. Estaré contigo enseguida.


Hola, ustedes que me leen.


Entonces... Empecé esta historia corta, que voy a ir publicando en drabbles (porque es lo que me da la inspiración). Es tragedia, tragedia y más tragedia, con ficción para hacerla más coherente (uh). ¿Opiniones?


Saludos. :)


lunes, 9 de julio de 2012

Feliz cumpleaños


Aunque el único sonido que se escuchaba era el incesante tic tac del reloj de la sala, él podía percibir voces; murmullos suaves y misteriosos que provenían de todas partes. Sus ojos desorbitados por el terror revoloteaban por toda la habitación, buscando la fuente de esas voces tenebrosas. Tapó sus oídos con sus manos, tratando así de ignorar esos susurros que escuchaba. Sin embargo, él seguía escuchando. Un ulular sin sentido, pero que a la vez era tan claro como el sonido de las agujas del reloj. Su corazón palpitó con fuerza cuando sintió una suave y helada brisa en su espalda. Con la frente perlada en sudor y las manos temblorosas, el hombre trataba de encontrar algo que le asegurara que estaba solo. Y que aquel miedo incoherente era producto de un mal sueño. Se encontró, sin embargo, soltando un chillido cuando divisó una oscura silueta en una de las esquinas de la sala. Sentía su corazón latir desbocado, buscando salir de su pecho. Huir de allí, como a él le hubiese gustado hacer. El miedo, que sintió como un nudo en el estómago, le hizo jadear y con voz queda preguntó: 

—¿Quién eres? —Cerró los ojos por un instante, forzándose a despertar de aquella pesadilla de la que se creía prisionero. Pero aún seguía en esa habitación oscura; seguía en esa pesadilla. Una tan real como la lluvia que arremetía contra el cristal de la ventana, tan real como el descontrolado temblor en sus manos, tan real como su vista nublada por el miedo... Real como la silueta que se movía, lenta y sigilosamente hacia él. 

Retrocedió asustado, trastabillando hasta chocar contra la pared. Un relámpago ocasional le iluminó el rostro deformado por el miedo, y en ese segundo de claridad supo que iba a morir. Lo supo, y no dudaba de su fatal destino. E ignorando las imágenes que su mente le mostraba, sollozó en silencio. 

La silueta detuvo su andar al tiempo que, en la habitación, se encendía una luz blanca y muy tenue; que bastó para iluminar las facciones delicadas de una niña. Él, asombrado, cesó su llanto para mirarla fijamente. Pequeña y delicada. Se veía frágil en ese vestido sucio y raído. Suspiró con alivio y se cubrió la frente sudorosa con su mano. Al subir la vista a su rostro, se encontró con sus ojos, rojos y brillantes, circulares y grandes que lo miraban fijamente. Y luego, una risa rota, infantil y escalofriante le heló la sangre. La niña alzó un brazo en su dirección, apuntándole con la mano en una extraña posición. Los labios de ella se movían, al tiempo que él escuchaba cientos de voces que le hablaban a la vez, aturdiéndolo y asustándolo aún más. Las voces se hicieron más escandalosas, y todas ellas gritaban en su cabeza. Sintiendo un dolor en las sienes, él hombre cubrió sus oídos desesperado, tumbándose de costado, escondiendo su cabeza entre las piernas. 

—Es mi cumpleaños —Había susurrado la niña. Él hombre se irguió y dirigió su mirada a la pequeña de ojos rojos. Se había acercado a él, con las rodillas flexionadas y las manos posadas sobre ellas, mientras le sonreía con inocencia, macabra inocencia. Ella olía a muerte, a maldad. A sangre. Y cuando él gimió de miedo, ella le mostró sus colmillos, largos y filosos.  

Estaba acuclillada frente a él, con esa sonrisa retorcida y macabra, iluminando su rostro con el brillo rojizo de sus ojos; sintió como la habitación quedaba en silencio sepulcral, suspendida en penumbras y con el olor característico de carne podrida. La niña, mientras, seguía mirándole fijo, sin parpadear y con un extraño rumor saliendo de su pecho. Algo que él, en medio de su caos mental, supo comparar con el ronroneo de un gatito.  

—¿Feliz cumpleaños? —La niña suspiró de gozo al saborear la confusión en las palabras del hombre. Ella podía sentir su corazón palpitando frenéticamente, el sudor deslizándose por las sienes, el temblor perceptible en los labios, manos, hombros y rodillas. Podía incluso oler el miedo humedeciendo los pantalones del hombre.  

—Sí, gracias. ¿Me dará mi presente ahora? 

Él la miró confundido, y la alarma oculta de su mente le chilló al oído advirtiéndole que huyera. Sus rodillas no le fallaron, sus pies dormidos se movían lo más rápido que podían, y sus ojos no pararon en ella cuando salió disparado al corredor oscuro. Al fondo sí pudo escuchar su risa infantil, seguida de un rugido que nada tenía que ver con un gatito.  

Corrió hasta refugiarse en el closet debajo de la escalera. Por un segundo, la oscuridad del reducido espacio le quitó el miedo, los temblores y las ganas de llorar. Luego escuchó pasos ligeros sobre su cabeza, bajando con un andar lento por la escaleras. Segundos más tarde, silencio. Jadeó sin querer varias veces por la anticipación, porque él creía que refugiándose allí, la niña se iría lejos. Y despertaría de esa pesadilla que parecía nunca querer terminar. Él sólo debía esperar... 

—¿De quién nos escondemos? 

Una risita ligera, unos ojos rojos y el brillo de unos colmillos largos se acurrucaban en su costado, mirándolo con interés. Él no pudo siquiera gritar. La sorpresa, que ya se había convertido en terror, le había cerrado la garganta. También la nariz, porque no podía respirar. Se aventó a la puerta, y en su desespero por salir de allí, chocó con la pared del pasillo. Vio manchas brillantes antes de girarse y grabarse en la mente el zumbido de esos ojos rojos. 

Antes de mezclarse con la penumbra, observo como la piel pálida de la niña se tornó oscura, viscosa y brillante. La nariz se encogió hasta desparecer, los ojos se apagaron hasta volverse negros, y de las manos nacieron garras. Ella chilló y se le subió encima, hundiendo una garra en el estómago, subiéndola hasta el cuello. Gruñó cuando le mordió el cuello y después rió mientras se lamía la sangre con gusto. El hombre dejó de sentir cuando ella le arrancó el corazón y lo lanzó al fondo del pasillo. 

—Señor, muchas gracias por el regalo —Le dijo.  

Y se marchó después, con la apariencia de una niña que acaba de recibir el mejor regalo de su cumpleaños. 




¿Alguien más es fanático de historias macabras? ¿O sólo yo? 
Gracias por leer, pasen y comenten su opinión. No muerdo :)