Rodrigo siempre corre. Rápido y sin pausa, con la respiración calmada, los ojos entrecerrados y acuosos. El cabello rebelde que le huye al viento, los brazos que arden, las piernas y pies que gritan con cada paso largo. Él siempre corre, despacio y calmado. El hormigueo acompasado de los dedos, el estómago tibio, lleno de mariposas revueltas. Hay veces que los ojos lloran por la luz del sol, por el viento que corta y enfría, otras porque la realidad no existe cuando Rodrigo sueña que corre.
Juli combate con monstruos cuando oscurece. Los combate con su espada de cristal, que a veces es de fuego, ardiente y salvaje. Con unos ojos que no temen nada, los vence con la habilidad de un héroe, con la valentía de un hombre fuerte. Juli los ve huir a la distancia, a los fantasmas y a las criaturas que siempre tienen forma de sombra; a las que se esconden bajo camas, tras puertas, y en la nubosidad de la mente. Juli los ve, los enfrenta y los vence. Porque él es fuerte y valiente, el único héroe de sus sueños. Juli combate con monstruos, cuando duerme, y los vence siempre.