sábado, 4 de febrero de 2012

Divagar en la vida es mi pasatiempo.

Le siento cercano, y le quiero así. 
Casi fundido en mi. 
Aunque no me toque, aunque no le vea ni le respire. 
La visión se me empaña, se me nubla. 
Veo todo rojo, pero a él no.
¿Desde cuándo, así estoy?
Las horas me pesan y los días me sobran.
Ya no vivo.
Me ha dicho que luche, como él.
¿Pero cómo luchar por algo que no existe?
¿Vivir?
Yo existo porque respiro, y a veces no siento que lo hago.
Y le tengo miedo a su partida, aún cuando él no está.
Me extenúan las ideas, que no nacen pero se conciben.
Las aborto, y ellas lloran por eso.
¿De piedra?
No, nunca lo fui.
¿Acaso alguien que llora una vida no nacida, es de piedra?
¡La diferencia existe!
¡Le canto a la luna, lloro por culpa del viento!
¡No soy de piedra!
Ahora lloro, y me arden los ojos...
Me duele el alma.
¿Me lo merezco?
Tal vez... 
No, sin duda me lo merezco.
Entablé la amistad más duradera con la soledad. 
Y no la quiero perder.
Así que déjenme llorar el veneno del tiempo.
Así me alivio.
Y siento que lucho.
Y que no existo, y por un instante vivo y respiro.
Como él, al mismo tiempo.

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