—¿Te hace bien? —Suspiré, y bajé la guardia. Con él no podía.
—Para nada —Le vi carraspear, no esperaba otra cosa.
—¿Por qué sigues así, entonces? —Los ojos me ardían, tal vez por la luz brillante del día, a lo mejor por el polvo. Quizá por su culpa.
—Porque me gusta... —Le miré esperando ver alguna mueca, pero sólo me encontré con un rostro transparente. Libre de emociones.—Soy una maldita, eso es lo que crees, ellos también lo creen...
—Y no te equivocas. —Con sorpresa lo observé, no esperaba tanta honestidad. Hacía mucho que no la recibía de nadie, ni siquiera de mi misma.—¿Por qué lloras?
—Yo no... —La lágrima me supo a tristeza, vergüenza, y arrepentimiento. Un sollozo brotó de mis labios, y al segundo estaba con las rodillas raspadas. Lo observé desde el suelo, vi sus ojos oscuros. Llenos de acusaciones y odio, de reproche y decepción.—Perdóname... De verdad, yo lo sien...
—No. —Espetó, me miró fijo y repitió—No, jamás lo haré. Me mentiste, y te traicionaste cuando prometiste no hacerlo... Yo nunca te perdonaré.
Y luego me sonrió; una mueca ladeada, arrogante y maliciosa... Y yo me quedé allí, tirada en el piso con las rodillas heridas y el rostro húmedo. Mirándole con desesperación.
—Y recuerda esto... —Se convirtió en viento, alborotando las hojas secas y abriendo las heridas cerradas. Traslúcido, me susurró al oído con voz reprimida—Yo nunca te perdonaré. Jamás...
—Yo no... —La lágrima me supo a tristeza, vergüenza, y arrepentimiento. Un sollozo brotó de mis labios, y al segundo estaba con las rodillas raspadas. Lo observé desde el suelo, vi sus ojos oscuros. Llenos de acusaciones y odio, de reproche y decepción.—Perdóname... De verdad, yo lo sien...
—No. —Espetó, me miró fijo y repitió—No, jamás lo haré. Me mentiste, y te traicionaste cuando prometiste no hacerlo... Yo nunca te perdonaré.
Y luego me sonrió; una mueca ladeada, arrogante y maliciosa... Y yo me quedé allí, tirada en el piso con las rodillas heridas y el rostro húmedo. Mirándole con desesperación.
—Y recuerda esto... —Se convirtió en viento, alborotando las hojas secas y abriendo las heridas cerradas. Traslúcido, me susurró al oído con voz reprimida—Yo nunca te perdonaré. Jamás...