sábado, 28 de abril de 2012

Él ya no respira.

Él ya no respira. 

El preludio de su muerte fueron las voces. Unas que le susurraban al oído sonetos melosos. Tan dulces como la voz de un ángel, que le envenenaron el alma con premura. Al tiempo ya no le quedaba vida, el brillo de sus ojos grises se difuminó y el calor de su voz se enfrió en el olvido.

Él ya no respira, claro que no.

Dejó su cuerpo descuidado, al amparo del tiempo. Se dio a la fuga, se escondió en los recovecos húmedos y sucios de su mente; cubriéndose con un velo blanco de indiferencia y amargura, locura, odio y qué sé yo que otra cosa más. Se plantaba en ser insolente con la mano amiga, mientras jugaba a ser la musa de las voces susurrantes.

Él ya no respira, ¡Ay, qué pena!

No le importó a nadie, después de un tiempo. La soledad le buscó, y le nombró hogar temporal. Se alojó en sus huesos y siempre en sus ojos; sin brillo, claro está. Un inmueble tan gastado y viejo que dolía incluso al vivir.

Él ya no respira, y a mi no me importa.

Y no le miento, mente ávida. No me importa, pero en el pasado sí. Y el pasado es la piedra que se busca en el camino. Y yo me la consigo todavía. Con sus ojos, boca y nombre. Pero como le confesé: Ya no me importa.

Él ya no respira.

La soledad le había destruido, las voces se habían apagado. Y él salía de su escondrijo muy tarde.

Él ya no respira.

Porque le dio la espalda a mis suspiros, me volteó la mejilla, me golpeó la mano, me escupió el rostro.

Él ya no respira, desde hace media hora.

Pero a mi no me importa.


domingo, 8 de abril de 2012

¿No te ha pasado?

Que la vida te pasa,
te deja atrás.
Y te dice adiós con un suspiro.

Que cuando abres los ojos,
ya es de día.
Y no vuelves a soñar con sus ojos.

Que sientes que se te acaban las sonrisas,
los ánimos 
y a veces las ganas.

Que te importa mucho todo
y que incluso te preocupas.
Sin notarlo siquiera.

Que a veces no duermes,
no sueñas 
y solo te lamentas.

¿No te ha pasado?